Mientras Daguna es el gran dios de Mari, existen otros Igigu cuyos seguidores han construido casas para sus amos de más allá de las estrellas. Después de Amul, el segundo Igigu más poderoso de la ciudad es Kuthalu, el Durmiente Eterno.
Mientras que Daguna toma un fuerte papel activo en las actividades más importantes para que la ciudad prospere, el Durmiente Eterno toma un papel más sutil, pero no menos importante, como proveedor de avisos y premoniciones acerca del futuro de la urbe y sus habitantes. Todos los ciudadanos y esclavos de Mari tienen por costumbre consultar a los dioses antes de emprender cualquier tipo de empresa o aventura, a fin de asegurarse el éxito. Y los Videntes de Kuthalu son reconocidos por ser los mejores adivinos de toda Kishar, sin excepción. Aunque el Sumo Sacerdote de Daguna es una importante figura política, tiene que competir con la sibilina astucia del Gran Vidente. Y mientras los sacerdotes y acólitos de Daguna acuden allí donde están los awilum y mushkenu, los Videntes esperan a que la necesidad los conduzca a sus moradas.
El templo es modesto en altura, en comparación con el zigurat de Daguna, pero forma parte del paisaje urbano y reconocible por cualquier habitante de Mari. Alrededor de los aposentos del dios, está el complejo de salas y almacenes habitual en los centros religiosos. Sin embargo, existen en ella dos grandes zonas importantes: la Sala de los Durmientes y el Patio de las Estrellas.
La Sala de los Durmientes es un recinto en el que decenas de awilum de ambos sexos se encuentran postrados sobre cómodos lechos de cojines y mullidas alfombras, inconscientes del mundo que les rodea. El silencio sólo es roto por los murmullos o gemidos que emiten de vez en cuando. Paneles de seda acotan el interior para dar algo de privacidad, formando cubículos en el que dos personas descansan sin ser vistos por curiosos. Una de ellas es el cliente que acude al templo, mientras que el otro es un shabru, un sacerdote de Kuthalu. Cuando un fiel llega al templo, tras dejar el pertinente donativo al templo y el sacrificio necesario, es conducido hasta una de estas "habitaciones" de la sala, donde le espera un sacerdote. Allí, tras realizar su petición al shabru, un esclavo mushkenu sirve en sendas copas una especie de vino oscuro, y pasado unos minutos tras su ingesta, un profundo letargo los duerme a ambos. El mushkenu se retira con los recipientes y los deja a solas. Este ritual se repite en toda la sala. Suelen despertar varias horas más tarde, y son llevados a una habitación, donde el shabru, que ha compartido el sueño con él, interpreta su significado y "traduce" (por así decirlo) el mensaje del Durmiente Eterno al fiel. Aunque es una manera extraña de ver el futuro, las predicciones e interpretaciones de los sueños que hacen los sacerdotes jamás suelen fallar.
El líquido que beben es una destilación especial del loto, una planta exótica traida por los Fenicios de más allá de Kishar. Tomarla en pequeñas dosis produce una extraña sensación de placidez y entumecimiento, así como un profundo sueño. Más que un simple narcótico, el loto tiene la capacidad de encantar a las personas y sumirlas en estados alterados de la consciencia. Esto, según dicen los sacerdotes de Kuthalu, les permite conectar con su dios, pues las sagradas doctrinas del templo afirman que Kuthalu existe en un plano lindante con el de los sueños, por lo que al dormir pueden comunicarse con él.
El loto negro, una planta mística, es escasa en toda Kishar. |
La mente del dios es compleja, por lo que la comunicación directa es imposible, y deben reconocer los signos que las tablas sagradas del templo establecen para averiguar su significado. Más un arte que una ciencia, los sacerdotes shabru han estudiado como acólitos los miles de signos de las tablillas y los múltiples significados que tienen, y deben usar todo su ingenio para resolver el extraño rompecabezas en un todo coherente. El resultado es una adivinación que se entrega al cliente.
El Patio de las Estrellas, decíamos antes, es la otra zona importante del complejo. Al contrario que la Sala de los Durmientes, es una zona vetada a los ciudadanos, y a la que únicamente pueden entrar los sacerdotes de Kuthalu. Varios guardianes armados protegen las entradas, para evitar que intrusos no deseados profanen con sus pies el lugar. El patio parece un simple jardín, pero al atravesar el umbral el caminante entra en un lugar desconocido. Para empezar, el cielo está iluminado por miles de estrellas, y si uno se fija detenidamente, verá que ninguna de ellas se corresponde con las de Kishar. Además, el cielo se mueve lentamente en círculos, como si el Patio fuese el eje alrededor del que gira, aunque la velocidad a la que lo hace es imposible, como si el tiempo corriese de manera distinta al de los mortales. El sitio, sin embargo, está iluminado en una especie de crepúsculo por la luz de los astros.
En lugar de árboles hay obeliscos de piedra negra lisa con glifos dorados tallados en sumerio y otras lenguas desconocidas, y el suelo empredado de bloques de un material desconocido. El silencio domina todo el ambiente, y ninguna bestia o mortal habita el Patio. En el centro hay apuntalado un cilíndrico monolito cuyo tamaño y grosor podrían abarcar el radio de varios barrios de la ciudad, y su altura parece imposible de alcanzar, pues desaparece en el cielo entre el polvo de las estrellas. Unos enormes escalones de piedra rodean en espiral la estructura hasta la cima chata del obelisco, donde están dispuestos en forma de anillo diversos asientos vacíos de piedra de gran tamaño y altura (mayores que cualquier mushkenu o wardu), como si hubiesen sido tallados para seres de otra especie colosal. Unas escaleras a la izquierda de cada silla permite subirse a ella. Subir a la cima es fácil, pues de alguna manera algún sortilegio obra en el obelisco, de manera que en pocos minutos se llega a ella. La visión que se contempla desde su altura es tan asombrosa como escalofriante: el Patio y el monolito están levantados sobre una isla en medio de un mar en calma con olas que se abaten en silencio en la costa. A su alrededor, multitud de otras islas, llenas de ruinas abandonadas de tamaño ciclópeo, llenan el espacio, como si una gran calamidad se hubiese llevado por delante una antigua civilización.
El Patio de las Estrellas es antiguo. Las tablillas cuneiformes más viejas, aquellas escritas en el idioma sumerio, que datan de siglos antes de la conquista de Sargón, atestiguan la existencia del Patio en la Era de los Annunaki. A lo largo de los milenios desde su liberación, los sacerdotes tradujeron lo que decían los monolitos en sumerio, compilando en sus propias tablillas de arcilla los signos del tiempo y el espacio, que permiten interpretar los sueños. El resto de glifos siguen siendo un misterio, aunque algunos sacerdotes creen que cada obelisco contiene diversas traducciones en lenguas desconocidas de un mismo capítulo de las tablillas de arcilla. Esto implicaría que otras civilizaciones anteriores han sido elegidas por Kuthalu... o peor, que el Durmiente Eterno sabe que el Imperio y los awilum desaparecerán en algún momento para ser sustituidas por otras culturas y/o razas. Este pensamiento incomoda a los sacerdotes awilu, pues significaría que ellos no son los elegidos de Kuthalu, sino simples motas de polvo en la historia del cosmos. Por ello, los sacerdotes tachan estas ideas de herejías y todo aquel que las difunda o defienda es considerado un traidor y sentenciado al muerte bajo un rito especial.
Gracias a las traducciones del sumerio, conocen también el uso del monolito gigante, pues permite a los Grandes Videntes de cada ciudad de Kishar comunicarse entre ellos. No importa la distancia que haya entre ellos, parece como si el Patio rompiese las reglas del tiempo y el espacio, pues una vez en la cima, todo aquel que se encuentre allí es visible para los demás. Esto ha dado una gran fuerza al culto de Kuthalu, permitiendo el intercambio de información y la cooperación entre los sumos sacerdotes, aunque limitado, debido al ego y la ambición de cada uno.
Sin embargo, la torre no es el único lugar donde las reglas del tiempo se difuminan. En el patio ocurren cosas extrañas en ocasiones, en forma de visitas de espectros o sombras fantasmales: siluetas de awilu caminando, e incluso de grupos de ellos hablando o discutiendo. Suelen durar unos pocos segundos antes de desvanecerse. Los sacerdotes creen que son ecos de cosas que han pasado o que están por pasar, pues el tiempo aquí es extraño. En otros casos, los sacerdotes ven figuras altas observándoles a ellos, y que se parecen mucho a los mushkenu... Estas apariciones, que antes eran raras, se están volviendo cada vez más frecuentes. Los awilum tienen la sensación de que, de alguna manera, el mundo que ellos conocen está llegando a su fin, y es algo que los pone muy nerviosos, pero nadie se atreve a decir nada por miedo a ser tachados de herejes y ser condenados a muerte.
Aclaración: una vez más, me he desviado del "canon". Obviamente, Kuthalu es Cthulhu, principal deidad icónica lovecraftiana. Yo he preferido centrarme más en el aspecto de Kuthalu como señor del tiempo y de los sueños más que en la entidad cósmica atrapada en el fondo del océano y los Profundos como sirvientes eternos. Esto último casi está descartado, sobretodo en Mari. Nada impide, como siempre, retornar al Kuthalu "clásico" con sus Profundos y R'Lyeh. Yo simplemente lo prefiero de esta manera.
Los poderes que este Igigu concede a sus seguidores tienen que ver con la visión del tiempo y los hitos históricos, lo que los convierte en grandes adivinos. Los sueños están conectados al tiempo porque en los sueños es irrelevante el ayer, el hoy y el mañana, y todo ocurre a la vez o incluso al revés. A Kuthalu el concepto del tiempo no le es importante, como están descubriendo los awilu que dirigen el culto, pues no lo concibe de la misma manera que los mortales. Esto último podría dar pie incluso a una aventura, con los jugadores descubriendo que Kishar está a punto de sufrir un gran cambio, irónicamente traido por los propios jugadores.
Aunque dije que detallaría a Mari, y estos detalles son los que le dan vida poco a poco, ninguno de los artículos es excesivamente dependiente de la ciudad. Con un poco de trabajo, cualquier Director puede adaptarlos a otras ciudades o incluso coger algo o inspirarse para otra cosa. El Templo de las Estrellas es un gran ejemplo de ello.
El Patio de las Estrellas, decíamos antes, es la otra zona importante del complejo. Al contrario que la Sala de los Durmientes, es una zona vetada a los ciudadanos, y a la que únicamente pueden entrar los sacerdotes de Kuthalu. Varios guardianes armados protegen las entradas, para evitar que intrusos no deseados profanen con sus pies el lugar. El patio parece un simple jardín, pero al atravesar el umbral el caminante entra en un lugar desconocido. Para empezar, el cielo está iluminado por miles de estrellas, y si uno se fija detenidamente, verá que ninguna de ellas se corresponde con las de Kishar. Además, el cielo se mueve lentamente en círculos, como si el Patio fuese el eje alrededor del que gira, aunque la velocidad a la que lo hace es imposible, como si el tiempo corriese de manera distinta al de los mortales. El sitio, sin embargo, está iluminado en una especie de crepúsculo por la luz de los astros.
Visión del cielo en el Patio de Estrellas. ¿Realmente estamos en Kishar aún? |
En lugar de árboles hay obeliscos de piedra negra lisa con glifos dorados tallados en sumerio y otras lenguas desconocidas, y el suelo empredado de bloques de un material desconocido. El silencio domina todo el ambiente, y ninguna bestia o mortal habita el Patio. En el centro hay apuntalado un cilíndrico monolito cuyo tamaño y grosor podrían abarcar el radio de varios barrios de la ciudad, y su altura parece imposible de alcanzar, pues desaparece en el cielo entre el polvo de las estrellas. Unos enormes escalones de piedra rodean en espiral la estructura hasta la cima chata del obelisco, donde están dispuestos en forma de anillo diversos asientos vacíos de piedra de gran tamaño y altura (mayores que cualquier mushkenu o wardu), como si hubiesen sido tallados para seres de otra especie colosal. Unas escaleras a la izquierda de cada silla permite subirse a ella. Subir a la cima es fácil, pues de alguna manera algún sortilegio obra en el obelisco, de manera que en pocos minutos se llega a ella. La visión que se contempla desde su altura es tan asombrosa como escalofriante: el Patio y el monolito están levantados sobre una isla en medio de un mar en calma con olas que se abaten en silencio en la costa. A su alrededor, multitud de otras islas, llenas de ruinas abandonadas de tamaño ciclópeo, llenan el espacio, como si una gran calamidad se hubiese llevado por delante una antigua civilización.
El Patio de las Estrellas es antiguo. Las tablillas cuneiformes más viejas, aquellas escritas en el idioma sumerio, que datan de siglos antes de la conquista de Sargón, atestiguan la existencia del Patio en la Era de los Annunaki. A lo largo de los milenios desde su liberación, los sacerdotes tradujeron lo que decían los monolitos en sumerio, compilando en sus propias tablillas de arcilla los signos del tiempo y el espacio, que permiten interpretar los sueños. El resto de glifos siguen siendo un misterio, aunque algunos sacerdotes creen que cada obelisco contiene diversas traducciones en lenguas desconocidas de un mismo capítulo de las tablillas de arcilla. Esto implicaría que otras civilizaciones anteriores han sido elegidas por Kuthalu... o peor, que el Durmiente Eterno sabe que el Imperio y los awilum desaparecerán en algún momento para ser sustituidas por otras culturas y/o razas. Este pensamiento incomoda a los sacerdotes awilu, pues significaría que ellos no son los elegidos de Kuthalu, sino simples motas de polvo en la historia del cosmos. Por ello, los sacerdotes tachan estas ideas de herejías y todo aquel que las difunda o defienda es considerado un traidor y sentenciado al muerte bajo un rito especial.
Gracias a las traducciones del sumerio, conocen también el uso del monolito gigante, pues permite a los Grandes Videntes de cada ciudad de Kishar comunicarse entre ellos. No importa la distancia que haya entre ellos, parece como si el Patio rompiese las reglas del tiempo y el espacio, pues una vez en la cima, todo aquel que se encuentre allí es visible para los demás. Esto ha dado una gran fuerza al culto de Kuthalu, permitiendo el intercambio de información y la cooperación entre los sumos sacerdotes, aunque limitado, debido al ego y la ambición de cada uno.
Sin embargo, la torre no es el único lugar donde las reglas del tiempo se difuminan. En el patio ocurren cosas extrañas en ocasiones, en forma de visitas de espectros o sombras fantasmales: siluetas de awilu caminando, e incluso de grupos de ellos hablando o discutiendo. Suelen durar unos pocos segundos antes de desvanecerse. Los sacerdotes creen que son ecos de cosas que han pasado o que están por pasar, pues el tiempo aquí es extraño. En otros casos, los sacerdotes ven figuras altas observándoles a ellos, y que se parecen mucho a los mushkenu... Estas apariciones, que antes eran raras, se están volviendo cada vez más frecuentes. Los awilum tienen la sensación de que, de alguna manera, el mundo que ellos conocen está llegando a su fin, y es algo que los pone muy nerviosos, pero nadie se atreve a decir nada por miedo a ser tachados de herejes y ser condenados a muerte.
Aclaración: una vez más, me he desviado del "canon". Obviamente, Kuthalu es Cthulhu, principal deidad icónica lovecraftiana. Yo he preferido centrarme más en el aspecto de Kuthalu como señor del tiempo y de los sueños más que en la entidad cósmica atrapada en el fondo del océano y los Profundos como sirvientes eternos. Esto último casi está descartado, sobretodo en Mari. Nada impide, como siempre, retornar al Kuthalu "clásico" con sus Profundos y R'Lyeh. Yo simplemente lo prefiero de esta manera.
Los poderes que este Igigu concede a sus seguidores tienen que ver con la visión del tiempo y los hitos históricos, lo que los convierte en grandes adivinos. Los sueños están conectados al tiempo porque en los sueños es irrelevante el ayer, el hoy y el mañana, y todo ocurre a la vez o incluso al revés. A Kuthalu el concepto del tiempo no le es importante, como están descubriendo los awilu que dirigen el culto, pues no lo concibe de la misma manera que los mortales. Esto último podría dar pie incluso a una aventura, con los jugadores descubriendo que Kishar está a punto de sufrir un gran cambio, irónicamente traido por los propios jugadores.
Aunque dije que detallaría a Mari, y estos detalles son los que le dan vida poco a poco, ninguno de los artículos es excesivamente dependiente de la ciudad. Con un poco de trabajo, cualquier Director puede adaptarlos a otras ciudades o incluso coger algo o inspirarse para otra cosa. El Templo de las Estrellas es un gran ejemplo de ello.
Me encanta. Y, la verdad, no veo por qué esto tiene que apartarse "del canon" (si existe algo así). Los dioses tienen muchos aspectos, e intentar reducirlos a algo comprensible y abarcable probablemente sea una herejía. ;)
ResponderEliminarCiertamente, Rodrigo. Como siempre, muchas gracias por pasarte y comentar.
EliminarCuando hable de lo que tengo medio escrito para Shuk Nippurash, ahí también me saldré de lo habitual y lo que escribiste en el manual.
De momento tengo otras 3 entradas pendientes que ya iré completando y espero que alguna salga a lo largo de esta semana.
Un saludo.
Pues tengo muchas ganas de ver esas entradas. :)
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