En general, estas criaturas no gozan de buena reputación en el Imperio de Sargón, pero el poco aprecio que se les tiene se pierde en la ciudad de Mari.
Considerados poco más que bestias astutas, la relación de los amorreos con los awilum de la ciudad es, en el mejor de los casos, de suspicacia contenida, y en el peor, de abierta hostilidad.
El concepto que cualquier habitante de Mari tiene de una de estas criaturas encajaría perfectamente con la imagen de la izquierda: un ladrón astuto, cobarde, sin honor y sediento de sangre, que codicia las reses y tierras de Mari. No es casualidad que se les llame uridummu (perros rabiosos).
Este estereotipo nace a partir de la imaginación y los relatos que circulan de las incursiones que realizan los amorreos anualmente en los campos y aldeas que están al servicio de los awilum. En pequeños grupos, los habitantes del desierto aparecen de la nada y roban tanto como pueden llevar para desaparecer en el interior de las arenas, llevando a cabo asaltos muy rápidos que la guardia de la ciudad rara vez puede contener a tiempo. Tampoco ayudan los conflictos que tienen cuando acuden con sus rebaños de cabras a pastar tierras que son propiedad de los awilum, ocupando y esquilmando parcelas dispuestas para el cultivo.
Todo esto que ocurre es verdad, pero los amorreos no son las criaturas malvadas y de negro corazón que los habitantes de Mari creen. La ciudad reclama casi todas riberas del río Buranum, y los habitantes del desierto necesitan algunas de dichas zonas para subsistir junto a sus familias. Aunque existen oasis en el interior del desierto, son escasos en número, y la cantidad de personas y reses que pueden vivir en ellas no es muy grande. Esto obliga a los clanes y tribus a desplazarse al límite del desierto, donde entran en lucha con la ciudad y entre sí mismos por los escasos recursos existentes, ya que los codiciosos awilum se niegan a compartir sus tierras con unas bestias pulgosas. El resultado es un constante ir y venir de clanes en los márgenes izquierdos del río, e incluso de clanes enteros tratando de entrar en el Imperio.
No todas las incursiones son violentas: algunos han conseguido llegar a un entendimiento pacífico con los habitantes de Mari.
El más habitual es en el papel de comerciante, aprovechando su existencia nómada para conseguir productos del desierto que intercambiar con los habitantes de Mari. Aunque no tan codiciados como los bienes de los Fenicios, las alfombras de pieles, ciertas variedades de dátiles y otros artículos son apreciados, y pueden cotizar un precio adecuado en el mercado. Debido a su recelo por las ciudades, estos amorreos comercian fuera, en las aldeas y tierras salvajes. Pero el hecho de no acudir al mercado no les hace más estúpidos: uno de los problemas frecuentes entre los awilum y los uridummu es la comunicación. Aunque capaces de hablar, los uridummu tienen dificultades con ciertos sonidos, ya que su lengua natural es más gutural y se basa también en el lenguaje corporal, que los hombres no conocen o no entienden. En el caso de las expresiones, se producen malentendidos también: unas orejas agachadas pueden indicar un gesto de disculpa, pero también un signo de enfado dependiendo de si el amorreo mira directamente o no al otro, y una sonrisa puede interpretarse como un intento de ser agradable (en las costumbres de los awilum y sus siervos) o como una amenaza directa (entre los habitantes del desierto).
Otros servicios que prestan en ocasiones es el de exploradores y cazadores. Reconocidos por su habilidad para moverse en entornos salvajes, no es raro que un awilum contrate a uno o dos uridummu como guías en su partida de caza, a cambio de parte de la pieza o de otros favores.
Un último "servicio", por así decirlo, es como esclavo. No obstante, los uridummu no son buenos esclavos: siempre intentarán escapar (a diferencia de los dóciles mushkenu y wardu), matarán a sus amos si pueden, y son malos en casi cualquier trabajo (sea por falta de experiencia o de ganas). Ningún awilum los quiere en general, aunque en Mari les han encontrado un uso: como gladiadores de las luchas de fosos.
Una entrada muy interesante. :)
ResponderEliminarGracias como siempre por pasarte y comentar, Rodrigo.
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