sábado, 15 de febrero de 2014

El mercado de esclavos

Mari ostenta el dudoso honor de ser la ciudad de Kishar con el mayor número de esclavos. El comercio de personas es el negocio más lucrativo, y los awilum que se dedican a él se cuentan entre los más poderosos de la ciudad. De hecho, Labaón, el mismísimo Ensi, es uno de ellos, y aprovecha todas las oportunidades que puede para lucrarse a costa de otros esclavistas.

La razón es la existencia de los Fenicios: Mari es casi la única parada que hacen estos enigmáticos y siniestros visitantes extranjeros al Imperio de Sargón, y ellos comercian únicamente con esclavos, los cuales desean en gran abundancia. A cambio, proporcionan toda clase de artículos de tierras lejanas, como el carísimo tinte púrpura, reservado para Sargón el Grande y los Ensi, la ansiada madera de cedro para la construcción y la decoración, gemas y metales preciosos. Esto hace que cualquier Fenicio sea bienvenido a la ciudad, no importa la hora o el momento en que lo haga.

Nadie sabe qué hacen los Fenicios con los esclavos, pero más allá de la curiosidad,a nadie le importa salvo a los mismos mushkenu, que temen acabar allí. De hecho, los Fenicios causan auténtico terror entre los esclavos, pues desde pequeños saben que estas criaturas se llevan a cualquiera, son el auténtico hombre del saco para ellos gracias a miles de historias que han oido de ellos y los parientes y amigos que vieron alejarse por el desierto. Y temen que si llaman la atención de uno de ellos, serán vendidos por su amo y desaparecerán como todos los demás. Esto hace que, cuando un Fenicio entra en algún hogar, los mushkenu traten de escabullirse tanto como puedan de su presencia. Y es que las criaturas mudas no parecen tener predileccion por ningún rasgo particular de los esclavos. Se sabe que han escogido desde las más hermosas concubinas de reyes hasta los ancianos más enfermos. Nadie sabe la razón por la que un Fenicio preferirá a un esclavo sobre otro, más allá de lo que parece un capricho para los amos awilum. Esto no ayuda a tranquilizar a los mushkenu.

Debido al comercio de carne, los awilum de Mari compran esclavos de casi cualquier sitio. Los mismos Asirios (Assures en la Puerta de Kishar, gusto personal mío el llamarlos así) usan sus redes de contactos y transportes como intermediarios para poner en contacto a sus clientes con los esclavistas de otras ciudades. Es por tanto común encontrar todos los días hileras de mushkenu entrar en la ciudad, quedando en grandes recintos a la espera de venderlos, como si fueran ganado.

Vigilados por leales guardianes, los esclavos son tasados a su llegada por expertos burócratas palaciegos dedicados a ello. El estado de salud, la edad y el sexo son factores importanes que determinan el precio. Una vez valorados, se usa barro mezclado con cenizas para pintar en alguna zona corporal del mismo el resultado de la valoración, para que esté a la vista de los potenciales compradores. Aunque la esclavitud es degradante, es el motor de la economía del Imperio, sin cuya mano de obra barata se vendría abajo. Desde el punto de vista de los awilum, sin la esclavitud no existiría la civilización, y por tanto ninguna sociedad digna de ser considerada como tal carece de ella. A esta práctica se unen los frecuentes sobornos que realizan los vendedores de esclavos a los funcionarios, con el fin de pasar por alto o tasar la mercancía humana a precios más elevados.

Una vez tasados, los esclavos son expuestos en un mercado especial que existe dentro de la ciudad. Allí acuden los awilum para adquirir sus siervos. Las mujeres acuden principalmente para adquirir personal doméstico, y como de una simple frutería actual se tratase, regatean con habilidad con los comerciantes Asirios por el precio. Rara vez compran más de dos o tres. En cambio, los capataces awilum adquieren grandes lotes de esclavos, pues el fin es conseguir mano de obra para trabajar. En algunos casos, sobre todo si los esclavos son cimerios o uridummu, van a parar a los fosos de gladiadores.

Los esclavos rara vez escapan: en su mayoría están demasiado debilitados, además de que aceptan su condición como tales. Los que lo intentan tienen difícil hacerlo: si se les encuentra, son golpeados sin piedad por los guardias, que no dudarán en perseguirlos por toda la ciudad. Además, ningún mushkenu los ayudará, puesto que serán castigados también. La única salida posible para un mushkenu es escapar de la ciudad... o adentrarse en el Templo de los Gissu. Ningún esclavo que se adentra en el santuario vuelve a salir jamás, aunque los sacerdotes pagarán al dueño el precio del mismo. Nadie sabe cuál es el destino de los esclavos fugados en su interior.

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho esta visión que estás dando de Mari. Le da personalidad sin insistir en lo que ya se cuenta en el libro de La Puerta de Ishtar.

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    1. Gracias, Rodrigo. La verdad es que desde que leí la entrada que escribiste sobre los Fenicios, inmediatamente supe que debía convertir a Mari en el principal centro esclavista del Imperio de Sargón. El mercado de esclavos forma parte intrínseca de Kishar, pero en Mari es lo que, en realidad, la mantiene viva, pues sin ellos los productos de los Fenicios no llegarían a la ciudad.

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